2.11.09

Suspensión de Incredulidad

Reflexionaba yo sobre el concepto de Suspensión de Incredulidad.


Se trata de un término que conocí hace poco navegando por ahí. Acuñado en el siglo XIX, se trata de un concepto asociado al mundo de la narrativa, y que hace que una persona pueda, durante el tiempo que está leyendo un libro, o viendo una película, “creerse” lo que está pasando. De esta forma, por ejemplo, en un cuento de hadas, nos parece lo más normal del mundo que haya hadas, o en una película de acción, nos parece de lo más corriente que un tiranosaurio persiga a unos pobres campistas. ¿Por qué ocurre esto? Porque el ser humano tiene la capacidad de, dado un conjunto de reglas, asumir como lógicos los procesos que no se las saltan. Se trata de un concepto bastante obv io, y sin embargo genial, dado que es gracias a esta capacidad que pueden existir no ya solo complejos mundos dentro del entorno de la narrativa, sino posiblemente nuestra capacidad para entender el mundo que tenemos a nuestro alrededor también dependa en cierta medida de esta capacidad, que no deja de ser otra forma de llamar a la capacidad de abstracción.


El ser humano es capaz, en el mundo narrativo, de, dado
un conjunto de reglas coherente, aceptar como válidos
los hechos que no se salgan de dicho conjunto. Un buen ejemplo de ello
es Alicia en Pais de las Maravillas, de Carroll.


Curioso es el caso del concepto que realmente me llamaba a mí la atención, que es la Suspensión de la Suspensión de Incredulidad. Es un concepto que me llama la atención especialmente dentro de la literatura y del cine. ¿En qué consiste? pues como su propio nombre indica, es una situación que se da cuando, por una u otra razón, esa Suspensión de Incredulidad se ve interrumpida, normalmente por un hecho dentro de la narrativa que se salta las “reglas del juego”.

Normalmente es el narrador el que puede cometer errores en su propio mundo lógico, y ahí es donde reside la genialidad de los grandes narradores, en que pueden crear mundos extremadamente complejos y que aun así son perfectamente coherentes consigo mismos. Un buen ejemplo es Hyperion, el libro de ciencia ficción, o mismamente el Señor de los Anillos, donde la coherencia del conjunto, pese a ser literatura fantástica, es absolutamente perfecto. Otro buen ejemplo, más conocido, es el de Alicia en el Pais de las Maravillas, que pese a ser un libro dadaista, cumple perfectamente sus propias y bizarras reglas. Es pues la alteración de las reglas del juego que el propio narrador crea lo que estropea la magia y se carga la Suspensión de Incredulidad.

Se trata pues de un concepto que resulta de vital importancia dentro del mundo de la narrativa, pues una frase (algún personaje que diga “vaya guay que es esto” en un libro de la edad media) o un detalle mal puesto en una película (digamos un reloj de oro en una película de romanos, por ejemplo) puede dar al traste con un esfuerzo y un trabajo de gran envergadura.

Pero es que además del narrador (en este caso el emisor) y de la obra en sí misma (el mensaje) debemos tener en cuenta también al receptor.

Y es que aquí es donde aparece uno de los mayores problemas cuando planteamos una narración.

Hablaba yo con Buda de una escena de la película de próxima aparición “2012”, del incombustible (por desgracia) Roland Emerich, padre de algunas de las mayores patochadas de la historia del cine.

Y es que en la escena, unos pobres desgraciados, ante una avalancha de desgracias que empiezan a ocurrir en su ciudad (creo que la peli va del fin del mundo, así que háganse una idea) cogen su coche, y empiezan a huir de una falla que les persigue, justo a unos metros por detrás de ellos, hasta llegar a un avión, que despega segundos antes de que se hunda el aeropuerto entero, y como no lo han pasado lo suficientemente mal, deciden que la mejor ruta de escape es por el centro de la ciudad, donde los edificios se están cayendo. Claro que es mucho más emocionante pasar por debajo, así que allá van nuestros protagonistas, volando por en medio de una avalancha de escombros. Lógicamente Buda se quejaba de que él eso no se lo creía, y es que aquí tenemos un ejemplo perfecto de una Suspensión de la Suspensión de la Íncredulidad. Sin embargo, yo le explicaba a Buda que a mí me daba exactamente igual que la escena no fuera coherente, porque me parecía muy espectacular.


2012, la película que abrió el debate y la Caja de Pandora.
Un fotorealismo visual no impide que su propuesta totalmente incoherente
arruine la ilusión, de forma que el espectáculo se convierte en bochorno.


Podemos observar pues que, en el extremo del receptor, se da una subjetividad tremenda, que depende completamente del espectador.

Recordaba yo que cuando leí “Los Pilares de la Tierra”, me pareció un libro poco menos que ridículo, pues era totalmente incoherente con la historia, la arquitectura y el arte. No totalmente incoherente, pero tenía cosas que chirriaban completamente, razón por la cual a mí el libro no me gustó lo más mínimo. Sin embargo conozco mucha gente a la que el libro le encantó, y se quedaron con la sensación de que habían aprendido mucho y que el libro era una pasada. Lo mismo ocurrió con el Código Da Vinci, libro con el cual me reí muchísimo, y que sin embargo muchísima gente se creyó como si se tratase de una biblia.

Observo por lo tanto que la experiencia personal y sobre todo la amplitud de los conocimientos en determinadas áreas deben ser tenidas en cuenta por parte del narrador a la hora de elegir su público objetivo. Aunque cae de cajón, si yo me pongo a escribir un libro en clave narrativa en la que la clave está en la forma de entender la física, por poner un ejemplo, la probabilidad más alta es que cuando lo lea un físico, o una persona con amplios conocimientos sobre tel tema,se eche a reir, o peor aun, se cabree, no se qué es pero. Sin embargo, también puede ser que ese mismo libro impresione muchísimo a un amplio sector de público, que probablemente sea el que relamente le interesa al narrador.

También creo que, independientemente de los conocimientos que tengamos en un campo o en otro, existen mayores grados de capacidad de Suspender la Incredulidad. Yo he conocido personas que solo pueden ver películas, o leer libros, de cosas super reales, con unas reglas que son exactamente las mismas que en el mundo real, porque les resulta imposible conseguir esa Suspensión de la Realidad. Y otras que tienen una pregnancia bestial a asimilar esas reglas, y que enseguida entran en estado de Suspensión de Incredulidad. No se qué nombre darle a esta capacidad, que obviamente tiene numerosos niveles, tal vez capacidad de fantasía.

Yo tengo un grado de pregnancia muy alto a la Suspensión de Incredulidad, y tengo una capacidad intrínseca para obviar cualquier detalle que me hace salirme de esa magia, sin embargo a veces el grado de tontería que alcanzan determinadas obras roza el insulto al buen gusto, y en esos momentos resulta del todo imposible no salirse de la magia. Y sin embargo me queda la duda, de si alguien pudo creérselo y hacer que de esa situación surgiese algo que les hiciese soñar. Porque al fin y al cabo la narrativa es eso, es hacer soñar al interlocutor, hacerle vivir durante un rato un sueño.

La conclusión de mi reflexión es que no existen valores absolutos, y que a la hora de criticar una película, o una obra narrativa, si se pretende hacerlo con una mínima seriedad, debemos tener en cuenta siempre cual es su público objetivo, e intentar ponernos en su lugar, dado que si intentamos analizar una obra desde un punto de vista subjetivo, entre otros errores que cometeremos, caeremos siempre en el error de juzgar la capacidad que tiene la película de crear ese estado de Suspensión de Incredulidad, tanto a favor como en contra, de ahí que la forma correcta de actuar sea siempre la de intentar predecir cual será la reacción de su público objetivo. Eso no quita, lógicamente, que podamos criticar los errores obvios dentro del sistema de reglas planteado (lo del reloj de oro, vamos) o que, más obviamente aun, podamos tener nuestro punto de vista personal, y ante unos tíos que son tan inútiles de meter un avión en medio de un edificio que se está cayendo a trozos, podamos simplemente decir, “yo esto no me lo creo, y punto”.

8 comentarios:

Isilion dijo...

¡Interesantes reflexiones!

Con respecto a lo del reloj de oro, me gustaría añadir un matiz: no sólo es importante cuidar de no añadir elementos que estén fuera de lugar en el entorno; también hay que cuidar que los elementos que añadamos no parezcan fuera de lugar. Por ejemplo, al principio de Eragon, cuando el protagonista abandona su hogar (traspasa el umbral del viaje del héroe), se despide de su hermano durante un plano picado de cámara. En ese momento (durante poco tiempo) los pantalones azulados que lleva parecen unos vaqueros del siglo XX. Ese pequeño detalle no sólo ropmió la inmersión de los que vimos la película juntos, sino que nos distrajo de la trama durante un rato y sirvió de conversación durante mucho tiempo al final de la película.

La conclusión es que creo que no basta con no incluir elementos fuera de lugar, sino que, nuevamente, hay que mirar al espectador al que nos dirigimos e intentar discernir qué cosas le parecerán coherentes con independencia de lo que sea real para nosotros.

Por ejemplo, en una peli de romanos supongo que mucha gente se extrañaría tanto de ver un reloj como de verles discutiendo acerca del tipo de cemento que necesitan para una construcción en concreto. Lo curioso es que el cemento lo inventaron los romanos en el siglo I d.c. pero posiblemente a muchos nos parezca extraño y creamos que es un error.

Anónimo dijo...

http://nocreoennadie.blogspot.com/2009/07/sobre-los-blogs-inutiles-que-no-aportan.html

faustoArt dijo...

Isillion, gracias por tu aporte, entiendo lo que dices, y me parece paradójico y curioso, la verdad es que es una reflexión curiosa, y sin embargo cierta. A veces la realidad puede superar la ficción, digamos que si nos salimos del "margen de credibilidad de la ficción" también podemos romper la Suspensión de Incredulidad :D Otro matiz que me ha llamado la atención de tú comentario es el tema de ver una obra en grupo. Yo creo que si ya es complicado conseguir la suspensión de incredulidad en un solo espectador, si encima se retroalimentan, lo lógico es que se suspendan la suspensión de incredulidad unos a otros... por eso yo no suelo ver pelis con gente!
gracias por tu aporte!

Con respecto al anónimo... bueno, en la web siempre ha habido trolls, pero francamente me parece patético e infantil que una persona busque conseguir que la gente visite su blog con críticas fáciles. Si te interesa hacer una crítica seria adelante, no te cortes, pero si no deja de molestar y de juzgar los intereses de los demás, por favor.

Isilion dijo...

Yo no he podido resistirlo (mantener la boca cerrada - o los dedos, en este caso) no es mi fuerte :P, así que le he contestado. A ver cuánto dura el comentario antes de que lo borre.

Gracias por los matices. ¡Molan!

faustoArt dijo...

jajajaja, ya te digo! Yo a esta gente prefiero ignorarla, sobre todo porque creo que es lo que buscan. Un abrazo!

drusbi dijo...

yes un crack faus! estupendísima reflexión!!!

Anónimo dijo...

Hola,
Yo pienso que este término que utilizas y q tu has aprendido hace nada y yo ahora mismo, depende tb del estado de ánimo de la persona.
Tu mismo dices en tu reflexion que los pilares de la tierra no te gustaron porque tenía cosas que chirriaban completamente, y, sin embargo, dices que en 2012, había una escena que no parecía coherente y aún así te daba exactamente igual,porque te parecía espectacular,así que ésto,genera no cierta contradicción, no será que ésta suspensión de incredulidad tenga un límite y éste venga marcado por nosotros mismos, pq simplemente ese día no queramos creernos nada?o porque dependa de la idea que nos hacemos previa a ver o leer determinada obra y tengamos unos límites preestablecidos?jejeje.
Saludos

faustoArt dijo...

Hola Anónimo... quien eres??? bueno, me parece correcto lo que comentas, efectivamente hay muchos factores que parecen influir en la suspensión de incredulidad, y el estado de ánimo, el buen o mal humor, el hecho, yo que se, de que los altavoces del cine suenen mal... son todos factores que efectivamente influyen. Bien visto, un abrazo!

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