21.9.08

Berlín 08: Segundo día

Nuestro viaje a Berlín duró cinco días completos, de hecho muy completos, por la ciudad, y tuvimos ocasión de visitar de una forma muy intensa de la ciudad. Decidimos comenzar el viaje a Berlín de una forma sis.temática, esto es, de Oeste a Este, y lo primero que fuimos a ver fue el barrio de Charlottenburg, en el extremo oeste de la ciudad, y en cuyo seno está el espectacular Charlottenburg Schloss (Palacio de Charlottenburg). Tras un café en una cafetería de estilo modernista espectacular, en el que la gente estaba desayunando platos que para nosotros habrían supuesto un menú entero del mediodía, enfilamos por un barrio bastante normal, en el que nada te hacía suponer que te ibas a encontrar con uno de los palacios más espectaculares de toda Europa.

El palacio surge como de la nada. Ves un jardín, al estilo de un gran parque de cualquier ciudad. Y en el parque hay un edificio grande, de eso no hay duda, pero tampoco exagerado. Frente al grandilocuente barroco, el rococó es un estilo mucho más contenido, pero a la vez más exquisito. Y por ello el rococó nunca sorprende por su tamaño, sino por su riqueza. Si a esto le añadimos que en estos palacios es bastante normal ser recibidos por su parte trasera, entonces entendemos por qué la primera impresión, si bien fue buena, tampoco fue para quedarnos boquiabiertos.

El interior sí que lo fué. La riqueza y exquisitez de la ornamentación solo compiten con la calidad de sus numerosas obras de arte, entre las que destacan las de origen francés, especialmente las de Wateau, y entre todas ellas brilla con luz propia el Taller de Golan, considerada probablemente la mejor obra del autor.


Pero si algo llama poderosamente la atención es el enorme jardín que se encuentra en el frontal del palacio, con varios estanques y ríos que serpentean entre el jardín de flores. Un aspecto teatral y realmente preciosista.


Si bien la historia del palacio es interesante no nos vamos a detener en ella. Si os interesa, en este enlace podéis leer alguna cosilla sobre él. Sin embargo sí que parece imprescindible citar un par de detalles. Fué construido a finales del siglo XVII para el príncipe Federico III, más tarde rey Federico I de prusia, y su esposa Sofía Carlota, que fue la que más atención le dedicó, aunque no durante mucho tiempo, pues moriría en 1705. Tras la muerte de Federico I lo heredó Federico Guillermo, su sucesor. Y a la muerte de este en 1740, el palacio de verano de Charlottenbufg pasó a su sucesor Federico II, que lo redecoró al gusto más rococó afrancesado, muy del gusto del monarca. De la arquitectura destaca que, como palacio de verano que es, las habitaciones principales están en la planta baja y dan directamente a los jardines, que sin duda son lo más destacado. Como anécdota, el palacio albergó, antes de ser regalado a Rusia, el Salón de Ámbar, considerado por muchos la octava maravilla del mundo, y protagonista de un libro de Matilde Asensi, que casualmente leí justo antes. del viaje a Berlín. Lo que más me gustó probablemente fue la naturalidad con la que muchísima gente hacía deporte en los jardines, formando parte del mobiliario urbano de una forma muy natural. De todo Berlín, este barrio, con este enorme parque, fue la zona que más me gustó para irme a vivir.


La comida la hicimos en un restaurante al lado del palacio. Fue la primera comida “de verdad” en Berlín, pues la noche anterior llegamos demasiado tarde y todos los restaurantes estaban ya cerrados. Al principio teníamos miedo de que fuera un sitio “typical germanish”, porque tenía toda la pinta. Pero no era así, simplemente los restaurantes típicos alemanes son así. Comimos muy bien, con mucha carne y unas cervezas deliciosas y enormes. Allí la cerveza más habitual es la rubia (pilsner), que tiene un sabor suave, y que de hecho es bastante suave en general. Impresionantes sin duda son los postres, caracterizados por enormes tartas de frutas rojas, y los strudel de manzana, que son realmente deliciosos.


Agotados de tanto palacio y cerveza fuimos a descansar al hotel.

La tarde la dedicamos a ver la Constanzer Platz. Cuando Berlín todavía no estaba dividida, era el centro neurálgico de la ciudad, pero cayó en rápido desuso durante la época del muro de Berlín. Durante los últimos diez años se está haciendo una enorme inversión de dinero para recuperarla, y se pueden observar algunos de los edificios más modernos de Berlín.

Sin embargo es evidente que no hay demasiada gente allí. Aun con el mal tiempo, que lo hacía, parecía lo que era, una zona que con el tiempo será un centro neurálgico, pero que ahora mismo no lo es.

El edificio más importante de la zona sin duda es el Sony Center, un complejo de edificios unidos por un techo transparente en forma de enorme paraguas que tapa una enorme plaza en la que hay todo tipo de negocios.

Si bien el conjunto es espectacular, me dejó una sensación muy agridulce, porque yo me esperaba encontrarme la ciudad moderna, vibrante y contemporánea de la que me habían hablado, y bueno, sí, ahí estaba, pero se notaba que no había mucha gente, y que la que había era en su mayoría turistas.

Con todo, el sitio es realmente impresionante. Tiene un montón de restaurantes, y en medio había una exposición de arte. En Berlín el arte es un producto de consumo como otro cualquiera, y los precios son realistas y razonables, de forma que puedes comprar un cuadro bonito por 30 o 50 euros. Lógicamente también puedes encontrarlos por más dinero, pero en España por ese precio no te venden algo ni en los chinos... La misma filosofía se aplicaba con las flores, que venden de forma muy normal, no para ocasiones especiales, sino para tener en casa. Y vuelvo a lo de siempre, a precios muy razonables para el bolsillo de un español, no digo nada ya para el bolsillo de un alemán. La exposición era buena y divertida, con piezas inteligentes y muy modernas, y tentados estuvimos de traer un cuadro de flores con un spiderman trepando por una de ellas.
En el sony center está además el conjunto de cines más importantes de todo Berlín, donde estaban proyectando nada menos que el Caballero Oscuro, que vete tú a saber cómo se dice en alemán.

Con la lluvia cayedo a cántaros, nos fuimos a la zona de un centro comercial, una galería grande y moderna, donde se encontraba todo tipo de productos, de todo tipo de calidades. Muy bonito sin duda, pero sin más trascendencia, la verdad.

Vuelta al hotel, salchichas y cerveza, postre genial y chupito impronunciable, y ala, de vuelta al hotel, que tenemos que prepararnos para irnos al día siguiente a Potsdam.

¡Mañana seguimos!


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